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AL LECTOR Hacer bien a las almas, continuar, aun después de su muerte, el fecundo apostolado del P. María-Anto- nio, tal fué el objeto que nos propusimos al escribir esta vida, tan completa y documentada, como nos ha sido posible, Las expresivas felicitaciones que de todas partes hemos recibido, así de piadosos seglares y venerables sacerdotes, como de algunos Superiores de Comunida- des Religiosas, y, sobre todo, de nuestro Rmo. Padre General, son prueba de que hemos conseguido lo que en un principio nos habíamos propuesto. Por otra parte, la difusión de nuestro libro, agotado en tan poco tiempo, nos lo asegura asimismo de un modo bien elo- cuente, siendo ésta la mejor recompensa que podía- mos esperar. Por ello bendecimos a Dios nuestro Señor, y se lo agradecemos a nuestros lectores, como también al P. María-Antonio, que desde el cielo y al abrigo de toda vanagloria nos ha sonreído, bendi- ciendo nuestro trabajo. El canónigo Valentín nos felicitaba por la abun- dancia de datos y la gran extensión que habíamos