BCCPAM000R08-4-10000000000000

— 121— A la una de la tarde se organizó la procesión, tan espléndida y grandiosa, que era ya de noche cuando llegaba al lugar destinado para la erección del monu- mento. La imagen de la Virgen, llevada en triunfo, tomó solemnemente posesión en la plaza pública del trono que le había conquistado el celo y la tenacidad de su fiel servidor. Las autoridades, no habiendo podido impedir la manifestación, comprendieron que lo mejor que podían hacer en aquellas circunstancias, a fin de disimular el fracaso, era asociarse al movi- miento popular, y mandaron iluminar durante la noche los monumentos públicos. De tal modo fascinaba el P. María-Antonio a las masas, que según decía el Párroco de Montrojean, después de una Misión predi: cada por el Capuchino en su Parroquia, sus feligreses hubiesen sido capaces a la menor indicación suya de seguirle hasta el fin del mundo. «Si les hubiera dicho, venid y arrojaos todos al río, seguramente lo hubie- ran hecho sin dudar un momento.» En 1851 habían predicado los Capuchinos una gran Misión, que adquirió gran resonancia, y en 1864 volvió a predicar el P, María-Antonio. Mas a pesar de encon- trarse completamente solo y de predicar en una de las iglesias más pequeñas de la ciudad, consiguió renovar todas las maravillas de su predecesores, haciendo conversiones estupendas y conduciendo a la iglesia a hombres que desde hacía muchísimos años se hallaban alejados de ella. La extensión de sus predicaciones fué tal, que nos sería de todo punto imposible pasar en lista ni aun las Misiones más importantes que dió durante su larga carrera de predicador, a no ser que quisiéramos

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz