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A es por ventura la Madre Reina del hogar? ¿Qué res ponderéis cuando os pregunten los extranjeros que acu» den a vuestros mercados? ¿Dónde está el recuerdo de la Misión? ¿Dónde está vuestra Madre? ¿Os atreveréis acaso a responderles: la hemos llevado al Hospital?— No, no sucederá así. Vayamos todos juntos. Pónganse los hombres a la cabeza; las mujeres y los niños nos seguirán, entonando los cantos de la Misión. Vaya- mos a suplicar a las autoridades civiles y religiosas de la ciudad, que den a nuestra Madre un lugar más digno de Ella, más digno de la ciudad y de sus habi- tantes. Digámosles que no queremos que nuestra Madre vaya al Hospital.» Esta arenga electrizó a la muchedumbre, y poco después se veía por las calles de la ciudad, bajo la dirección del Capuchino, no un levantamiento amena- zador, pues los católicos saben hacer oir sus derechos sin violencia alguna, noble y pacíficamente; sino una manifestación imponente de millares de hombres, a los que poco a poco se fueron sumando los de las otras Parroquias, que querían también elevar a las autorl- dades su protesta. Los compañeros de Misión del Padre María-Antonio, sorprendidos en un principio, siguieron el movimiento al enterarse de lo que pasaba, y como no hay modo de oponerse a las muchedumbres cuando éstas expresan clara y enérgicamente sus justos deseos, la autoridad no pudo menos de conce: der la autorización demandada. Aquel día no se veía por las calles de Castelnaudary sino católicos mili- tantes, pues los librepensadores, avergonzados por la derrota que acababan de sufrir, permanecieron ocul- tos todo el día.
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