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O España. Amotinó al pueblo desde el púlpito contra una casa de prostitución, prometiéndoles él mismo ir ala cabeza del motín, a fin de dar el asalto a aquella fortaleza del diablo. No fué necesario tanto, pues al saber las pobres mujeres lo que se tramaba contra ellas, huyeron aterrorizadas durante la noche, dejando libres de su inmoral comercio el barrio donde predi- caba el Misionero. No obstante, conservó el calor y la decisión de sus soldados para otra victoria más ruidosa todavía. Se había determinado dar fin a la Misión, erigiendo una estatua de la Virgen en medio de la plaza pública. El Municipio, después de haber prometido .y señalado el terreno, volvió de su acuerdo, ofreciendo para la erección el patio del Hospital, La noticia llegó a oídos del P, María-Antonio, el domingo, antes de subir al púlpito, y como la erección debía hacerse aquella misma tarde, no quedaba un minuto que perder en deliberaciones. Subió pues al púlpito y habló, deján- dose llevar de la violenta indignación que semejante proceder de las autoridades había producido en su sensible corazón. Les mostró el ultraje que con aque- llo se hacía a la Virgen, a quien después de haberle concedido un lugar honroso se quería retirar, como si se avergonzase de Ella, relegándola a un patio solitario, lejos de las miradas del pueblo, entre las habitaciones de un Hospital. Su ardiente imaginación le sugirió una pintoresca figura, que hizo participar a todos de los sentimientos que bullían en su alma. «Hermanos míos—les dijo.—Quieren llevar a vuestra Madre al Hospital. ¿Qué hijo bien nacido permitirá que su Madre vaya allí, teniendo lugar en casa? ¿No
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