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— 103 si hubiera sido ahora... Vedme pues solo en el coche esperando con toda mi candidez a que el pájaro que acababa de escapárseme volviera a la jaula. —«¿Pero qué hará esa criatura tanto tiempo?» me preguntaba cansado de esperar. Sospeché si la infame dueña que- rría ahora vengarse del susto que le había dado, rete- niendo prisionera a la infeliz víctima. No aguardé más, Era necesario, costara lo que costara, devolver a la Santísima Virgen la pobre joven que le pertenecía. Salté del coche y fuí a llamar a la puerta. »El conserje de la casa retrocedió atónito al verme: —«Usted debe estar equivocado, —me dijo.—No es ésta seguramente la casa que busca.—Dispense usted, le repliqué; —acaba de entrar aquí la señorita N... Dígale usted que baje un instante, pues tengo que hablar con ella.» Vuelve a los pocos momentos y me dice: —«Impo- sible; se encuentra ocupada y no puede bajar.» Sin detenerme a meditar, queriendo ante todo salvar aque- lla oveja descarriada, empujé la puerta, derribando en tierra al pobre conserje que no podía creer lo que estaba viendo, y le dije:—«Si ella no puede bajar, iré yo mismo a bajarla. Dígame usted dónde se encuentra. »¡Ah! el demonio había vuelto a aprisionar entre sus garras a la víctima. La joven no quería ya salir, y tuve que volver a empezar mis exhortaciones. Los pies se me abrasaban al pisar aquel lugar de infamia, del que ansiaba escaparme; pero necesitaba mi con- quista. La agarré del cuerpo con mis brazos, para sacarla por fuerza. Ella se cogía a las sillas, a la cama, a todo lo que encontraba, y a pesar de mi vigor, que lo tenía entonces duplicado, me fué imposible arrancarla

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