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A2O, >> DA A esta época de su vida, es decir, a los primeros años de su estancia en Tolosa, pertenece un hecho de los muchos que su ardiente celo por la salvación de las almas le inspiraba, hecho que a considerarlo tan sólo desde el punto de vista humano, pudiera juzgarse por una gran imprudencia. El suceso es bien conocido, pues fué mucho el ruido que hizo en Tolosa cuando sucedió. No obstante, como los detalles permanecieron en la obscuridad por entonces, queremos narrarlo aquí, tal como lo contó él mismo en 1898. «Hacía ya algún tiempo que la obediencia me había enviado a la fundación de Tolosa, cuando cierto día fué a verme al Convento una señora de San Gauden.- cio, excelente madre de familia, a quien yo había tra- tado mucho siendo coadjutor de aquel pueblo. Deshe- cha en lágrimas empezó a contarme cómo su hija, a quien yo había dado la primera Comunión, acababa de escaparse del hogar materno, yéndose a vivir a una casa de mujeres perdidas; y me rogó hiciera lo posi.- ble por sacar a la infeliz de aquel lugar infame y vol- verla a su madre, pues ella no podía hacer ya más de lo que había hecho por conseguirlo. Movido a compa sión por sus lágrimas, le prometí haría cuanto pudiera, aconsejándola rogara mucho a la Santísima Virgen a fin de que me iluminara y diera ayuda en tan difícil empresa. »A los pocos días creí haber encontrado una solu- ción y me dirigí al jefe de Policía. Pero me respondió, que siendo ya la muchacha mayor de edad, nada podía hacer en mi favor. No perdí por eso la esperanza, con- tinué rogando, y he aquí lo que imaginé, desesperado de poder alcanzar por otros medios lo que deseaba.
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