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Después se sienta en el frío suelo; y con los flecos de su mantón y con la punta de su pañuelo, con su cabeza y su corazón Habla a la Virgen: “¡Ay, Virgen buena, la predilecta de mis amores; si hoy el canasto no se me llena, pierdes la fama de tus favores!” La santa misa termina en tanto; y la viejita, muy decidida, sale corriendo del templo santo, tirando besos de despedida. 71

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