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en una lid reñida de aroma y de colores. ¡Y pensar que ayer tarde todavía, llenas de lozanía, en el jardín reían y temblaban!... temblaban amorosas al beso, que en sus hojas estampaban las leves mariposas. .. ¡Qué lástima de flores!... Mas veo que no lloran su agonía. Yo siento unos rumores, como el eco de un canto de alegría, que entonan con sus últimos olores. “Bendita sea la mano, que cortó nuestro tallo floreciente; bendita eternamente, porque a morir nos trajo a este Santuario, a los pies de la Virgen del Rosario.” 38