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| y p a ce ola ab Un ramo de flores blancas, las más blancas del mercado, a la Virgen le trajo como regalo; y dos velitas de cera, también blancas, como el ramo, encendió sobre las gradas del gótico altar de marmol. Y ella, de rodillas en un banco, con los brazos extendidos y los ojos enclavados en los ojos de la Virgen, le decía sollozando: “Por la cándida blancura de las flores de ese ramo, símbolo de la pureza de tu ser inmaculao, Virgencita, hazme pronto ese milagro. 100

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