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¡Qué noche tan larga!... Por fin ya amenguaba la luz, que vertían los altos luceros; y el suelo temblaba al paso violento de carros lecheros. El día llegaba. Las altas campanas de Nueva Pompeya su grave tañido alzaban tempranas volviendo a la vida al barrio dormido. Volviendo a la vida... Y es cierto que un día, antes que sus velos nocturnos plegara la noche sombría, antes que la madre su lecho dejara; allá en el delirio de horrenda batalla, cañones monstruosos, con ronco crujido lanzando metralla, la vida arrancaban al ser más querido. - 0
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