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con tan santa compañía ¡qué dichosas se hallarían!... ¡y qué breves les serían las largas noches con él!... Apenas el nuevo día comenzó tras de los montes a teñir los horizontes con tintes de roja luz, antes que en los hondos valles por las ramas los filtrase y que la noche acabase de replegar su capuz, se alejó de allí Francisco, llevando en su pensamiento un fijo presentimiento de lo que iba a acontecer; y tendiendo su mirada entre densas arboledas, rodeada de alamedas una aldea llegó a ver. — 159—

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