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y una cantora avecilla con su improvisado trino que de la hoja de un espino ocultábase detrás. Saboreando la dulzura de este natural concierto, su simbólica figura anhelando penetrar por los valles encantados de la pintoresca Umbría una sombra se veía con lento paso avanzar. Sombra de un genio escondido en un cuerpo macilento, a quien se creía exento de la flaqueza mortal: por eso a la luz del día, cuando los pueblos cruzaba la multitud le llamaba «el Serafín terrenal». - 157—

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