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AAA e 7 Moe Y tú, Virgen, cual madre, escuchando de sus labios la ardiente oración, en sus almas la paz derramando endulzabas su amarga aflicción. De tus gracias en alas del viento hasta América el eco llegó; y de amor y de dicha sediento otro altar Buenos Aires te alzó. Con el alma de lágrimas llena, con el pecho latiendo de fe, implorando consuelo a su pena, Buenos Aires postróse a tu pie. Como madre amorosa miraste de tu pueblo el profundo penar; y la espina cruel arrancaste, que causaba su amargo pesar. — 108—

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