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71 vechando el buen tiempo, pudimos subir sin mayor mo– lestia la terrible cuesta y pasar el famoso páramo, que tan caro nos costó la otra vez. Desde Bordoncillo vimos y contemplamos una her– mosa y extensa laguna que dispertó en nosotros gran– eles deseos ele ir á reconoceTla, y de la que nada pode– mos decir ahora. Un nublado que se acercaba con fuertes tmenos nos obligó á redoblar·el paso, logrando llegar á Laguna al mismo tieJ!lpo que comenzaban á caer las primeras go– tas ele un aguacero. Los lagunas nos recibieron contentos, nos obsequia– ron con muchas papas y abundantes huevos, y no se separaron de nuestra casa hasta que nos retiramos á descansar. Al día siguiente, antes de amanecer rodearon nuestra casita multitud de indios de aquel pueblo, qnienes es– peraban nos levantáramos, para recibir la bendición. Tienen los lagunas mucha fe en la bendición de los mi– sioneros, y venían desde lejos por recibirla. Acudieron muchos al Santo Sacrificio, concluído el cual les prediqué, ocupándonos después mi compañero y yo en confesar y leer los Evangelios. A las nueve salimos de Laguna, acompañados de los alcaldes y de los músicos que tocaban la flauta y un bombo: nos cles– pedimos, prometiéndoles volverá visitarlos. Por más cuidado que pusimos-en ocultar nuestra lle– gada, no pudimos evitar corriese la noticia por Pasto, y al momento enviaron al mayordomo de la casa San - tacruz para que nos detn viese hasta que llegaran los caballos que nos enviaban para entra1· montados en la ciudad. Agradecimos su buena intención, pero sin ac– ceder á sus repetidas súplicas, proseguimos en el ca– ballo del Padre San Francisco. Al entrar en la pobla-

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