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70 mos de construir el tabernáculo 6 altar mayor, compro– metiéndose aquéllos á cortar la madera que se nece– sitase. El 13 me ocupé en la difícil tarea de arreglar las fa– milias: llamé á dos blancos que vivían en mal estado, y conseguí que contrajeran matrimonio. Los indios de Sybundoy van perdiendo el poco espí– ritu religioso que tenían: respetan poco á sus Atttori– dades, y todo lo hacen á la fuerza. El 14 vinieron ele sus chagras más indios que otros días, y después de oír Misa me presentaron denuncias contra otros indios. Entre día confesamos á unos treinta blancos. Se sintió un terremoto qne hizo bambolear nuestra casa. Al día siguiente, después ele bendecir algunos ma– trimonios de blancos y uno ele indios, hechas rogati– vas por todo el pueblo, partimos de Sybundoy, acom– pañándonos hasta fnera del pueblo muchos blancos y algunos indios, quienes se retiraron tristes después de besar el Oruciftjo. A la mitad del camino una lluvia nos mortificó sin cesar hasta llegará Santiago, en donde salieron á re– cibirnos el gobernador, Cabildo y varios indios. Nos dijeron que durante nuestra ausencia pidieron al ilustrísimo señor Obispo un sacerdote, pero que no pudo concedérselo por no haberlos: la misma petición hicieron los sybuncloyes, y les contestó que esperasen nuestro regreso. Al otro día visité el Pntumayo en el punto que lleva las aguas de otros cinco ríos, pero no pude llegar á la corriente del mismo, ni examinar si se puede encauzar fácilmente este río y hacer de este modo productiva to– da la llanura de Sybuncloy . El 23 salimos de Santiago, y el día sig·uiente, apro-

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