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66 especialmente en las cabeceras, y no hay tanta playa como en el Caquetá: los habitantes son de mejor dis– posición, c1e más moralidad y algo instruídos en Reli– gión, por lo que podemos decir que este río promete mucho más que el Caquetá. El l.º de Noviembre celebramos con asistencia de todo el pueblo. Aquellos indios nos respetaban, venera– ban, y a.l mismo tiempo nos querían tanto, que no se separaban de nosotros, buscando cualquier pretexto para permanecer en nuestra compañía. En este día me füí al monte con los cinco indios que había en el pueblo, y trabajamos un bonito barbasco pa– ra una gran cruz, que colocamos en frente de la igle– sia: las mujeres traían piedras para asegurarla mejor. Una ele ellas iba y venía mascando yuca para hacer chicha, entrando eü' su casa á cada viaje para dejar 1 • la mascada y coger otra nueva. Al día siguiente bendiJe un matrimonio. Al salir, to– dos á porfia querían acompañarnos; los hombres deja– ron preparados sus záparos, y mientras tomaban chi– cha los cargaron los muchachos, viniendo después los hombres clesocupados. . En San Vicente se puede formar un gran pueblo. 'riene abundante terreno para sembrar plátano, yuca, etcétera; buenas aguas, excelente posición, y pare'ce saludable porque hay ventilación, siendo además puer– to del Putumayo. Dimos instrucciones á los indios para que formen allí un gran pueblo, qu~ será el puerto mejor y más seguro para el comercio de Mocoa. A las diez llegamos á Guineo y entramos en el con– vento. A las doce despedimos á los de San Vicente, que regresaron á su pueblo contentísimos. El 3 partimos para l\:locoa, á donde llegamos sin no– vedad á las tres de la tarde. Los mocoauos nos recibie-
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