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60 mar una cruz; á la media hora se reunieron todos, y al son d·el bombo cargaron sobre sus hombros el barbas– co, que tenía diez varas de largo y proporcionadamente grueso. Ninguno se retiró de la plaza á donde llevaron el madero, hasta que se colocó la cruz. El termómetro en este día 33º a la sombra . Por la tarde hicimos la bendición &olemue de la cruz, con asistencia de los indios, que la adoraron con vene– ración. Rezamos el Rosario, tocando entre misterio y misterio la música, y al fin cantaron mis compañeros el Ave rna1·is 8tella,... Todos los indios son amantes de la música y el canto, Sirviéndome de la luz de la luna, señalé los cuatro extremos qne debe tener la nueva iglesia, acompañán– dome á esta cer emonia los indios, contentos y con en– tusiasmo. 11 E l 25 de Octubre muy temprano nos preparamos para marchar, y los indios trasladaron á la canoa nues– tros objetos. A las seis comenzamos á bajar el río: vinieron con nosotros nueve bogas, alegres y volun– tarios. La navegación fué fácil y recreativa: pasamos el Oritayaco (Río de Oro), y al cabo de dos horas llega– mos á San José, en donde encontramos á los indios reu– nidos esperándonos. Salieron á nuestro encuentro pre– cedidos por su gobernador; silenciosos nos acompañaron á la iglesia, y desde ella pasamos á la casa conventual . ' qne, con relación á las demás de la población, es her- mosa. Los indios de San José son de la misma tribu, len– gua y costumbres que los de San Diego. Nos dij eron que hace cincuenta años, en época de peste, salieron de San Diego varias familias y que un misionero las

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