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5~ rostro con figuras muy extnuias. Hombres y mujeres se arrancan el pelo de cejas y pestañas, y muchos lle– van los labios negros. Algunos se ponen en las orejas unas plumas muy largas, y de la extremidad de éstas llevan colgando dos cintas, formadas de pequeñas plu– mas de diferentes colores. Visten como los otros indios. Bogan en el río, sirviendo á los comerciantes. Las mu– jeres son laboriosas, y además de los quehaceres do– mésticos, se dedican á hacer hamacas y á cocer ollas de un barro muy bueno. La posición del pueblo es excelente, á la orilla iz– quierda del Putumayo, en una altura que domina al río y que es muy ventilada. ""'1.~os hospedamos en una casa que para nosotros ha– bían desocupado, preparándonos en ella hamacas y atendiéndonos prontos á todos lo que necesitábamos. Descansamos allí en compañía de los indios que nos miraban atentos: repartimos agujas á los niños, envián– donos los padres á todos sus hijos, manifestando de este modo cuánto agradecían este insignificante regalo. En su iglesia tienen una hermosa imagen de la Pu– rísima. Recé el Rosario con asistencia de todos los ha– bitantes del pueblo, y el P. Francisco tocaba el rondín en cada misterio, agradándoles mucho esta música. Al obscurecer vinieron todos á la puerta ele nuestra casa para asentar las partidas ele bautismo y matri– monio. Al otro día bendije tres matrimonios ; en Ja velación estuvieron con las velas en la mano muy contentos. Una novia era jovencita y tenía cortado el pelo de la cabeza, de modo que parecía un muchacho. Después de Misa bauticé once niños, algunos de ellos de doce años. A las ocho fuí al monte acompañado de los indios, que pusiéronse lnego á trabajar uu duro palo para for-

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