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55 ·Et clía siguiente llegaron unos blancos que ve1úan de San Mio·nel y con ellos nueve iudios cofanes. Estos úl- b ' • timos habitan Santa Rosa, San Miguel y .~guana: son restos de aquella fe roz tribu que tanto dió que hacer á los españoles : aun ahora se nota en ellos cierto rasgo de ferocidad . Son vivos, fuertes, muy buenos bogas Y amantes de su independencia. Van vestidos; hombres Y mujeres llevan el pelo corto y no lo tienen en las cejas. Dimos á estos cofanes yuca, plátano y maíz, Y se despidieron muy contentos. A las cuatro llegó el P. Collins. El día 20 muy de mañana nos vinieron á interrum– pir unos indios pidiendo que los casara. Novios y pa– drinos (testigos) se presentaron vestidos de pantalón y poncho, notándose á la legna la dificultad que encon– traban para andar, y la molestia que les causaban aque– llos vestidos. 'J.'odos los iudiós y también los blancos de este país al casarse acostumbran ir acompañados de padrino y madrina, que son lo que en Europ~ los compañeros ó testigos. De estos padrinos nos servimos para dar con– sejos á los recién casados. Concluída la función de iglesia, salimos para San Vi– cente, donde hay ocho familias que perten_ecen á la tri– bu mocoa: respetan mucho al sacerdote, tienen alguna idea de religión, y casi todos saben rezar el Pad1·e n1testro Ave Ma1·ia, 01·edo y Salve, debido sin duda á una indi 1 a que enseña estas oraciones á todos sus hijos. Nosotros la premiamos, estimulándola á que continua– se en tan buena obra. Los i ndios de San Vicente son más supersticiosos, ó por lo menos, más francos en decfrnos lo que !1acen por los muertos. Decían alguuos de ellos que teman en su corazón. mucha pena hasta hacer las honras á sus pa-

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