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49 ti•ibn de los huitotos, llevándoJes mercaucías, nos han dicho unánimemente que los brasileños han subido es– tos últimos años á cazar indios, y que en una de sus excursiones ó piraterías llegaron hasta la tribu de los huitotos, de la cual se llevaron muchos indios. Parece increíble que en nuestros días haya bandoleros que co– metan crímenes tan atroces. Nosotros mismos apenas podíamos creerlo, hasta que vimos á un indiecito de unos doce años, llamado Felipe, á quien habiéndole preguntado de dónde era, nos contestó que lo trajeron del Napo, y que no conocía á sus padres: entonces un comerciante nos dijo: -Cierto día salí de Iquitos con unos compañeros á cazar indios, y entre otros que pudimos coger estaba Felipe, que me lo traje y me acompaña. No sabemos qué pensar de los piratas del Brasil que tanto persiguen á los infelices indios; pero tampoco queTemos juzgar del supremo Gobierno de aquella re– pública, á quien toca refrenar y castigar á aquellos bandidos. Seutimos en el alma que á fines del siglo XIX se cometan en estas católicas naciones actos tan deplo– rables. Reprobamos también el modo con que los caucheros extraen el caucho en todo el Caqnetá, y nada pudimos conseguir de ellos por muchas y muy poderosas razo– nes que les <limos. Por confesión de los mismos trabajadores hemos sa– bido que para extraer el caucho cortan primero el ár– bol, y ya en el suelo le ex.traen el jugo. 1\Ii compañero reprendía enérgicamente este modo de obrar; explica– ba cómo sacan el caucho en el Orinoco, y yo confirma– ba lo que el P. Collins decía, exponiéndo lo que vi en las costas del Pacífico. Mas los caucheros del Caquetá no ateudíau á nuestro razonamiento, y se retiraban sin

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