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•. 48 dre, y comenzamos á andar caminando á pie do:. gra11- des playas, hasta que impelidos por la lluvia nos metí-e rnos al rancho de la canoa, permaneciendo encerrados todo el día, que no cesó de llover. A las doce llegamos á una playa donde estaba el alcalde de Pacayaco (indio. mocoa) con toda su familia, sacando oro: saltamos á tie– rra, y en el ranchito de ese indio almorzamos. Seguimos después el viaje, viniendo con nosotros el indio de Pa– cayaco como piloto, por conocer bien aquel río. A las •siete pernoctamos en la casa ó rancho de D. Darío Her– nández. Al día siguiente á las siete emprendimos la marcha, teniendo por bogas un correguage, un tama, dos mo– coas de Pacayaco, el blanco Hernández y nuestro ne– grito, ya restablecido de su enfermedad. Este día la navegación faé peligrosa, porque la co– rriente era muy rápida. Nos fué necesario saltará tie– rra varias veces para pasar chorros imponentes; y los bogas se arrojaban al agua para recibir la canoa con las manos por serles imposible conducirla con las palan– cas . A las cuatro llegamos al estero (1) que conduce a Limón, y entrando en él arrojamos al río el ranchito de la canoa, que tan buenos servicios nos había pres- .. tado. Media hora después desembarcamos en lo que llaman Puerto, y á los pocos minutos entramos en la casa conventual, pequeña y mala. Al dejar el río Caquetá debemos manifestar nuestro parecer acerca el salvajismo de los brasileños, que co– mo piratas se ocupan en cazar indios, y del modo ele sacar caucho arruinando el IJaÍS. Los habitantes del Caquetá que tieneu más comunica– ción con los indios salvajes, y los que han visitado la. (1) Cnño ó brozo que sole de un río.

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