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~ 47 río, y enviamos dos bogas con la canoita para ver si ca– zaban alguno. A las cuatro nos alcanzaron trayendo uno muy grande, que fné saludado por nuestros bogas con mucha alegría. A las cinco nos quedamos en un monte por no poder arribar á ninguna playa. E l l. 0 de Octubre proseguimoR·el viaje por un pe– queño brazo del río: repeti<.las veces nos detuvimos cortando árboles, que impedían el paso. El día siguiente el río había decrecido una vara y el tiempo se presentó bueno. A las tres de la tarde pasa-, mos el ranchito que hicimos el primer día que de Pa– cayaco bajamos al Oaquecá, en donde celebramos pri– mera vez en la playa. El día 3 á las cinco en punto comenzamos á andar: los indios nos pedían aguardiente, pero no condescendi– mos: á las nueve disparó un indio desde la canoa á una lapa (mamita), que es muy buena carne, y que sin duda nos la envió nuestro Santo Padre para celebrar su fies– ta. A las seis saltamos á una bonita playa, disparamos muchos tiros como salvas que anunciaban la solemnidád del siguiente día. Encontramos un árbol muy grande que el río dPjó en la playa: lo escogimos para habitación nuestra, y debajo ele él en una curva que su tronco te– nía, preparamos el rancho para dormir. El día 4, festividad de nuestro Seráfico Padre San Francisco, quisimos también nosotros solemnizar la fiesta del Serafín de Asís según nue.stros pobres alcan– ces. Al efecto el P. Oollins disparó un tiro á las cuatro de la mañana, g_ue resonó y retumbó como nn cañona– zo, y Eduardo contestó desde la playa. Preparamos el altar y celebramos debajo de aquel árbol tan grande y pintoresco. A las seis dimos un poco de aguardiente á los indios, quienes agradecieron este obsequio á nuestro Santo Pa-
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