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39 bamos bajar el río Caquetá nueve días más á favor de la corriente, y andar uno á pie, para llegar á la primera casa de huitotos; y el mismo tiempo ó más para ir ~ los guajes. Los recursos que llevábamos no eran s~fic1en– tes para mantenernos todo el tiempo necesano para volver á subir el río, que sería de unos cuarenta días desde el puerto de los huitotos hasta Limón. Agregá– base á esto ciertos síntomas de calentura que sentí. Así es que resolvimos emprender nuestro regreso. Es de advertir que en los clieciséis días que se em– plean para bajar el Caquetá desde la desembocadura del Sencella hasta la cascada ó Chorrera, no se en– cuentra ni una casa en las orillas del río. Nos retiramos, pues, sin examinar la famosa cascada que tanto perjudica al Caquetá; y lo más sensible para nosotros fué volvernos sin adquirir noticias de ella, por no poder encontrar un solo indio que haya llegado basta dicha cascada. El 19 dimos orden de regresar. Quitamos las balsas á la canoa para poder subir con menos dificultad, co– rriendo así el peligro de voltearnos é irá fondo. A eso de las cinco de la tnrde hicimos alto en una playa pequeña:· el río era muy grande: lavamos la ca– noa y le pusimos unas pequeñas balsas. El P. Collins durmió, como de costumbre, en la ca– noa, y yo en la hamaca que coloqué en ·dos palos, que los indios fijaron en la arena de la playa. Por la noche cayó rocío en tanta abandancia, quepa– recía lluvia, lo cual creemos ser la principal causa u.e la insalnbl'idad del Caquetá en aquellas partes. El 20 antes de embarcarnos matamos un pato real que se acercó á la playa: no pudimos celebrar por fal– ta de palos para armar el altar. Emprendimos la mar– cha á las seis con tiempo menos cálido, habiendo tam– bién disminnído el mosco.

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