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36 el Padre á tocar una bonita pieza; al momento el indio se levanta, toma su hamaca, viene á nuestra habita– ción, la cuelga en el mejor lugar que pudo, y se acuesta. en ella para oír descansado la música y dice: -Muclio bon-ito tiene. Nosotros celebramos la sencillez del indio y la natu- 1·alidad con que puso en práctica la idea que le ocurrió de venir á nuestra habitación. El día 15 madrugamos mucho, celebramos y prepa– ramos el viaje muy de mañana. Nos costó mucho mo– ver á los indios, quienes tenían gran pereza para en– trar en la canoa; pero por fin nos embarcamos y em– prendimos la marcha á las once: en nuestra canoa iban cuatro indios y nuestro negrito, y en otra canoíta dos indios. Las costumbres de nuestros bogas eran semi– salvajes, y como tales nos trataban sin -respeto, obli– gándonos á hacernos resJ~tar. Pasamos la desemboca– dura del río Santa María, y á las cinco llegamos á casa de D. Paulino Solis, en donde pasamos la noche. Esta casa se halla situada en bonita posición en la desembocadura del río Mecaya. Subiendo este río ocho días se encuentra una casa de indios macaguages, quie– nes tienen otras dos casas en la cabecera del Sencella, distantes de la primera un día á pie. Los macaguages son más racionales que los otros in– dios del Caquetá, y se comunican con el Putumayo, ca– minando dos días á pie: hoy no son más que ochenta y cinco, y pronto se extinguirán. En todo el trayecto que hay de T1·es-Esquinas á Mecaya no se ve una casa. El río, enriquecido co11 las aguas del Orteguasa, es impo– nente, y puede llamarse río grande. Sus orillas nos re– creaban con hermosos paisajes, grandes árboles y plan– tas lozanas; se conoce que el terreno es mny fértil. El Sr. Solis nos trató con mucha amabilidad y se es-

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