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32 ciantes, quienes para no reñir entre sí se los han repar– tido. Como los indios no entienden ele números, se atie– nen á todo lo que el comerciante dice, y resulta que el indio nunca acaba de paga,r lo que debe, quedand<} siempre obligado á sacar caqcho para. su acreedor. Lo sensible es que los indios no pueden trabajar en sus chagras, 1impiar sus platanales y liacer siembras en tie.mpo oportuno. Yo mismo escribí una carta á pe– tición de un indio, interesándome con un comerciante para que dejase al indio trabajar sn chagra, y con do– lor de mi corazón oí a.l representante de aquel comer– ciante que decía: -Necesitamos mucho cancho, y cuando pague lo que debe irá á trabajar la chagra. Esta esclavitud de los indios fué el obstáculo princi– pal y casi insuperable que nos impidió administrar los Sacramentos áJ los correguag·es y tamas. No podemos conformarnos en manera alguna con la conducta que los comercjantes observan con los pobres indios. Si alguno de éstos muere sin pagar lo que de– bía al comerdante, éste lo exige á otros indios, co– brándoles precio excesivo. Pero lo más triste es, el que á estos indios jamás se les habla de religión; así que - viven en la más crasa ignorancia. · El día 8, festividad del Nacimiento de María, cele– bramos en un altar que formamos en nuestra habita– ción. El Alcalde pidió plátanos para nosotros, y un co– merciante los rehusó, no obstante tener cinco mil plan– tas, según confesión del mismo. Matamos un hermoso guacamayo. No pudimos tampoco enviar en busca de bogas. El termómetro este día senaló 58° al sol y 38º á la sombra, por lo que sufrimos un calor atroz y no po– díamos apagar la sed.

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