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31 nos sirviesen de bogas, nos decía el representante de ia casa Gutiérrez que los indios estaban en el monte á tres días de distancia, y que no saldrían hasta reco– ger mucho caucho. Crítica hubiera sido nuestra situa– dón si el alcalde, Sr. Gasea, no hubiera tomado tanto interés en proporcionarnos lo necesario . ' Pocos conocen la triste condición de los indios carre– guages y tamas.Verdaderos esclavos de los comercian– tes, no tienen libert!\.d ni para trabajar sns cbagras; continuamente anclan bogando por sus amos; y si quie– ren descansar los obligan á sacar caucho para pagar al– guna ropa ó friolera que recibieron del comerciante. El indio no sabé lo que gana, ni lo que tiene, ni lo que de– be. En confirmación de esto voy á referir el siguiente -caso: Un comerciante habfa entregado á un indio va– rios objetos que los tasó como valor de 14 arrobas de caucho. Al cabo de algún tiempo se presentó el indio ~on cierta cantidad de caucho que, pesada por el co– merciante, con su 211·opüt 1·omaliZa, dió 16 arrobas; en– tonces el comerciante dijo al indio: -Me debías 14 arrobas; me entregas 16, quedas debiéndome 18 . El pobre indio sin r eplicar se separó para volver al monte á sacar las 18 arrobas que le faltaban. Este ca– :SO nos lo refirieron en dos lugares distintos, personas .que merecen crédito y habían conocido al comerciante. Por los mismos indios supimos el precio de algunos objetos 'que de ellos recibían. Un sombrero que llevaba nuestro boga Chicbico le importaba 3 arrobas de cau– ~ho que, á 15 fuertes, suman 45 foertes. Una escopeta -costó 10 arrobas ó sean 150 fuertes; un machete 1 arroba, y á este tenor van los demás objetos. Es, pues, cierto que los indios correguages y tamas en el Oaqnetá son verdaderos esclavos de los comer-

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