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26 el señor prefecto y D. 'Miguel Rodríguez: los demás estaban oyendo la Misa que entonces celebraba el Pa– dre Francisco. El gobernador de los indios venía de carguero, y nos dió á entender lo mucho que sentía nuestra separación, y nos rogaba volviésemos pronto. A dos leguas de la ciudad se encuentra el Rumi– yaco, que venía crecido y con fuerza, pero logramos vadearlo. Después de otra media hora atravesamos el río Pepino, por nn palo que servía de puente, mientras los indios que acompañaban al gobernador lo vadearon con agua hasta la cintura. Cerca del río Pepino se en– cuentra una gran piedra, cortada como con cuchillo, bajo la cual pueden cobjjarse unos cincuenta hombres. A las doce y media llegué {i Limón, sorprendiéndome al ver una gran plaza sin más edificios que la pequeña iglesia y el ranchito qn'e llaman convento ó casa del cura. Allí encontré al P. 1bollins recostado en un banco de guadras, donde permaneció quince días á causa de su herida. Limón es un pueblecito de indios mocoanos situado en las orillas de un riachuelo que da sus aguas al Caque· tá: llámase puerto del Caquetá, porrtue las canoas en– tran por est.e río al riachuelo, donde las dejan en puntos que distan del río grande un cuarto de hora ó men_os. Los habitantes de este pueblo son humildes, laborio– sos y muy sumisos al sacerdote: en su iglesia pequeñi– ta, algo deteriorada, hay una efigie de Santa Lucía, ante la cual se reunen algunas veces {t rezar: no están libres de supersticiones en lo que toca á los difuntos: creen que éstos se alivian tomando los vivos ciertos ali– mentos que agradaban á los muertos por quienes pre– tenden rogar. P,rueba de esto es que en una ocasión se nos presentaron unos indios de Limón diciéndonos que varios compañeros estaban tomando chicha para aliviat· \

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