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22 La iglesia de Mocoa es bonita: tiene uu hermoso al– tar, en e1 que se veneran a1gunas imágenes cuidadas. por los indios. Hay dos sacristanes, uno indio y el otro blanco, y un síndico canónicamente nombrado. Son muy pocos los que pagan los derechos de defun– ción, matrimonio, etc., que están ordenados se den para el sostenimiento de la iglesia. En la sacristía hay todo lo necesario para el Santo Sacrificio. Está bien cuidada por los sacristanes : tiene ,ma regular custodia y tres cálices. Sobre la puerta de la iglesia hay cuatro campanas pendientes de \lll madero: una de ellas es del pueblo de Limón. Casi todos los gastos que se han hecho en la iglesia de Mocoa, se deben á los indios, pues hasta aho– ra han sido pocos los blancos que han habitado allí. El mismo día que dimos principio á la Misión llegó el P. Collins, despnésttle atravesar toda la montaña á pie. Luego tratamos acerca de nrrestro viaje á los ríos, y determinamos comenzar por el Caquetá. Durante la santa Misión prediqué mañana y tarde, y el P. Francisco enseñaba el Catecismo á, los niños al medio día . En este tiempo acudieron casi todos los blancos de Mocoa y algunos indios. Estos nos traían sus guaguas para ser bautizados. Terminados los bautismos fnímos á escribir las partidas· en el libl'o parroquial, practicando algunos actos de pa– ciencia por la dificultad en averiguar !los nom\¡res y apellidos. Observamos que al poner apellido á las niñas. mudan la última letra del apellido de su padre en a, pretendiendo hacer con esto apellidos femeninos; así la hija de F. Castillo la llaman F. Castilla; y lo contrario hacen con los niños, v. gr., llamando Valencio al hijo de un Si-. Valencia. El 14 visitamos al prefecto Sr. Quinteros y la ha-

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