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_, .~ rr: ttefl ¡ - 21 No comprendemos qué interés tienen algunos en des– ~creditar aquella ciudad, que, con poco qne en ella se trabaje, ser á una de las poblaciones más florecientes y hermosas de Colombia. Posee campos extensos, abun– dantes y fértiles ; germina toda semilla de t ierra calien· -te, con la partícularidad de que el café no necesita ser cuidado con sombra para que se críe. Hemos visto y traído cacao tan bueno como el de Guayaquil, y algu– nas mazorcas son tan grandes como las mayores que -vimos en la costa del Pacífico. El porvenir de aquella ciudad parécenos estriba en el cultivo del cacao , artículo que pued,e exportarse á Pasto, y hacer competencia á t odo el chocolate que vie– ne del Sur. Mocoa necesita ahora población, y la tendrá tan pron– to como se establezca una Misión, ó.tenga un sacerdote -fijo. Digo esto porqne muchos de La Unión, La Cruz y otros pueblos vecinos á éstos nos han manifestado que mo van á vivir á Mocoa porque no hay sacerdote, y qne .así que se establezcan misioneros en la ciudad, se tras– ladarán á ella con todas sus familias. El clima de la capital del Caquetá es óueno: algo -caluroso de once á tres; pero bastante fresco al caer de la tarde. Por su posición excelente es' llamada con toda l)ropiedad lla,·e del Oaquetá y Putumayo. Los mayores inconvenientes que ofrece son la esca– .sez de alimentos y la falta de caminos ; pero uno y otro 1meden evitarse fácilmente. Al ver la buena disposición de la gente me animé á darles una Misión; por lo que el 13, después de la ce– lebración del Santo Sacrificio, hice el sermón de aper– tura al numeroso concurso que llenaba el templo. Los indios ocupaban un rinconcito de la iglesia, y las indias estaban separadas de las otrns mujeres.

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