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20 Llegó también el gobernador de los indios con toclo, su cabildo. Estos llamaron nuestra atención, porque– estaban pintados y anclaban uno tras otro, yendo el primero el gobernador, siguiéndole los otros por orden. de su dignidad. Sea BOr la impresión que les produjera nuestra presencia, ó por el asombro que les causaba ver tantos blancos, lo cierto es que estaban atónitos y con– fusos, y se arrodillaban pidiendo la bendición. Poco antes de llegar á la ciudad encontramos al se– ñor prefecto, qne venía á recibirnos acompañado de la. mayor parte de los ha.J)itantes. En la entrada de la po– blación nos detuvimos y, sentados en dos sillas los Pa– dres, nos leyeron entusiastas discursos el señor pre– fecto D. Caro Jordán, y su secretario D . Pedro Urrutia~ Luego nos dirigimos á la iglesia, y, hecha una breve oración, dando g racias al Altísimo por nuestro feliz. viaje, dirigí la palabra ! l público, contestando á los discursos pronunciados, manifestándoles al mismo tiem– po el fin de nuestra venida. Conclnídos estos actos, fuímos á la casa parroquial acompañados de los habitantes, quienes nos miraban con veneración y cariño. Por la tarde nos obsequiaron con una buena comida, que en aque1la ocasión podí~ llamarse opípara. E l día siguiente vinieron á l\Iisa muchos indios y casi todos los blancos. Recibimos muchos r egalitos de los mocoaoos, y notamos que estaban muy agi·adecidos por nuestra visita. Al poco tiempo de estar en Mocoa nos convencimos. de que las noticias que en Pasto Yacnanqnez y otros pueblos nos habían dado acerca de esta ciudad, de sus caminos, etc. , etc., eran exageradas, y algunas com– pletamente falsas : solamente dos señores de Pasto nos dijeron la pura verdad.
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