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19 da; aunque, gracias á Dios, nada le sucedió. Queda– mos, pues, nosotros en el ranchito sin cena y sin ropa eon que cubrirnos, padeciendo mucho frío en aquella montaña tan elevada, y sintiendo los efectos de tener e l estómago vacío. Al otro dí11. no pudimos celebrar porque eí vino quedó con los cargueros . Estos llegaron por fin, y á las nueve echamos á andar. El viaje de este día tuvo también ·sus peripecias: su– bimos y bajamos montañas, anduvimos por las orillas tle un río, saltando de piedra en ,piedra: pasamos el di– fícil punto llamado Carnicería, en donde el pasajero se descuelga por piedras y raíces, y no faltó lluvia, á última llora, cuando llegábamos á Caupocana, en do11de per– noctamos. El 11, después de celebrar y tomar al_gún alimento, seguimos el viaje. Hora y media habríamos andado -cuando nos encontramos con un campo de plátano y ytíca, y al poco rato vimos una casa, y lueg·o otra, y gente blanca ó mulata, que salía á recibirnos. Había– mos llegado al lugar que llaman Pueblo Viejo, donde los españoles fundaron á Mocoa. Descansamos allí un momento y tomamos piña (fruta), confesé á algunos en- . ferinos, y cuando nos alcanzó el P. Fl'ancisco seguimos hacia Mocoa al son de nua .flauta y bombo, que tocaba uno de los muchos habitantes de Pueblo Viejo, que nos -acompañaban. Grande era la alegría de nuestros acom– pañantes, y mayor el asombro con que nos miraban: parecía que no podían creer lo que veían. Media horn antes de llegará la ciL1dad nos detuvimos en la finca de D. Lorenzo l\fartínez. Aquí nos salieron al encuentro varios caballeros y muchos niños de Mocoa. Todos ellos manifestaban grande alegría y contento, y se acercaban á pedir nuestra bendición con singular veneración y respeto.
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