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18 El camino fué todo el dfa molesto y pesado. A nues– tro juício podría evitarse el tránsito por el río Mincl~oy abriendo un camino por la falda ó pie de la mantana, que está á la derecha del Patoyaco. . El día 9 celebramos en el rauchito, asistiendo los lll– dios y los dos muchachos que nos acompañaban : nos desayunamos y seguimos adelante, saliendo yo antes para confesar á dos enfermos de viruelas y tres sanos que vivían en la única casa que se encuentra de Sybun– doy á Mocoa. La jornada de este -día fué muy trabajosa, por el pfl– simo estado del camino. Bajamos al TÍO Titango y lo pasamos por un palo que hace las veces de puente, có– modo para los indios, pero dificilísimo para nosotros. Subimos después una cuesta muy alta para luego ba– jarla hasta el riachuelo Lvarayaco, desde donde em– prendimos otra subida de ' tdos horas, hasta que llega– mos al ranchito llamado Papagayo, que fué nuestra posada aquella noche. Estas subidas y bajadas podrían evitarse abriendo otro camino por la falda de la monta– ña, que ocupa la derecha del río Patoya~o. A medio día comenzó á caer una lluvia muy fuerte, que duró tres ó cuatro horas, poniéndose por esta causa los caminos intransitables. No pocas veces besamos el suelo. A las tres me adelanté dejando al P. Francisco, que venía más despacio. Después de haber caminado un rato encontramos dos monos, y aunque el muchacho que conmigo venía les disparó de cerca, no tuvimos la suerte de cogerlos. Por la noche sufrimos otro contratiempo: los cargue– ros que traían el avío y las camas (á quienes llaman cuca1Jeros) se quedaron atrás, y no llegaron á nuestro rancho. El negrito que los acompañaba cayó por un de– rrumbadero y estuvo en grave peligro de perder la vi-
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