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14 En este país tan rico y tan fértil no se nota progreso ni mejora alguna: todo está hoy igual ó tal vez peor que hace uno ó dos siglos. En San Andrés nos detuvimos hastft el l.º de Agos– to : este día ante-s de marchar presencié seis matri– monios, y noté mucha dificultad en las novias para con– testará nuestras preguntas. Nos llamó también la aten– ción el que las jóvenes tomen el apellido de la madre. Después de celebrado el matrimonio los contrayentes, según costumbre, se presentan al gobernador, y ele ro– dillas escuchan la exhortación qlie aquél les hace. Los habitantes de San Andrés conservan las mismas <iostumbres que los de Santiago: hablan el inca y pare– cen <le la misma tribu, aunque los santiagueños afirman qne los de San Andrés son de Sucumbios, y que vinie– ron á fundar este pueblo huyendo de la persecución ele otras tribus : se advierte cierta 1antipatía entre estos dos pueblos, Jo que es muy común entre indios. Los de San Andrés poseen regular iglesia y muestran interés en conservarla. Salimos de este último pueblo á eso ele las once de la mañana para Santiago, admirando la hermosura de aquellos campos, y doliéndonos de la apatía y pereza de los indios en no cultivar más unas tierras qne pt·ocluci– rían abundantísimos frutos. Llegados á Santiago nos pusimos á hacer pan de maíz para sustentarnos al atravesar la montaña inter– media entre Santiago y Mocoa. E l día siguiente füí á -conjurar la chagra (1) del gobernador, su cas,L y la de su hijo, <le lo que quedaron ambos muy agradecidos. En este día bos visitó el gobernador de Sybundoy para enterarse de cuándo pasaríamos á su pueblo: tuvo una (1) Cbogro llaman ú sus sembrados.
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