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13 El día 31 por la tarde fuí con el P. Collins á San Andrés de Putumayo, que dista una hora de Santiago. Los indios de este pueblo al vernos tan inesperada– mente se sorprenclieron y manifestaron gran senti– miento, porque no estaban preparados para recibirnos. San Andrés, Santiago y Sybuncloy están situados en las faldas de unas montañas que rodean una hermosísi– ma llanura, que parece haber sido en otro tiempo lllgu– na, y aun lo es en gran parte. Seis ríos se reunen en esta llanura, á saber : Putumayo, San Francisco, San Pedro, 'l'amoja (Boachoyaco), Quinchoa y Espinoyaco, á los cuales debe añadirse una multitud de arroyos más; desaparecen dichos ríos y arroyuelos cerca de San An– drés con el nombre de río P ntumayo . Encauzando todos estos ríos habría una riqueza in– mensa en esta pintor esca y hermosa planicie; podrían m~ntenerse millares y millares de cabezas de ganado, y formarse buenas y grandes poblaciones, que gozarían de clima excelente y de todo lo necesario parn la vida. Después que el Putumayo ha recibido las aguas de los otros cinco ríos tiene un curso tan lento, que apenas se conoce cuál es su dirección: con esta calma llega al pueblo de San Andrés, en donde desaparece entre mon– tes: desde San Andrés hasta San Vicen te debe tener corrientes rápidas y quizá cascadas 6 saltos, atendida la elevación de San Andrés. Un día caminé buen rato desde San Andrés, río abajo, para ver el punto clonde empieza la coniente de este río, y examinar si con po– co trabajo se podría hacer que tomase la corriente de más a rriba, para ele esta manera rebajar el fondo del río y r ecoger muchísimas de las aguas que ahora for– man lagunas, ó, como dicen los indios, totor,·ales; pero me vi obligado á desistir de mi empeño, porque me faltó tiempo y los indios me miraban con recelo.

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