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12 cuello: los hombres sujetan con una cinta de hierba su hermosa cabellera, que les llega hasta el hombro: los ancianos, aunque no todos, llevan sombrero: cuando sa– ludan al sacerdote, se quitan la cinta de la cabeza. Son laboriosos, viajan mucho á Mocoa, Pasto y otras par– tes, llevando cargas: siembran abundancia de maíz de . ' que se mantienen todo el año, sirviéndoles también pa- r a elaborar la chicha, que toman todos los días sin que jamás les canse, y en las fiestas y reuniones b~ben tan– ta, que pierden el juício. Espanta ver cuántas y cuán eno_1:mes ollas t ienen para hacer su chicha; y la admi– rac100 sube de punto al presenciar en sns reuniones la avidez con que acercan el mate á sus labios, y la enor– me cantidad que toman cada vez. Tienen alguna instrucción religiosa, y acuden debi– damente á la espaciosa iglesia, en la que no falta lo ne– cesario para celebrar. Hay en ella una cosa que lla– man órgano, y suena como una carraca vieja: lo tocan todos los días durante la Misa, y en las fiestas lo acom– pañan con bombo, hierrillos y violín. A la elevación de la Sagrada Hostia cantan: A lc~bado sea el Santísimo Sac1·amento del Alta1·, y el pueblo responde: Y M a?'ia concebida si1i pecado 01·iginal. ' Los días que permanecimos en Santiao-o muchos in– dios venían á oir 1\iisa; yo aprovechaba 0 1a ocasión pa– ra ha~erles una plática, á la cual estaban muy atentos. Terminado e~ Santo Sacrificio limpiaban calles y plaza, cortando la hierba con machetes, que á ninguno falta. 'f o– dos hablan el inca, pero muchos entienden el castellano. Al poco tiempo que estuvimos entre los indios co- • b ' menzaron a co rar confianza con nosotros . Visitamos los enfermos, y examinamos los campos y sus produc– tos, extrañándonos que no siembren otros o-ranos que d - 0 ' anan excelentes frutos .

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