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AA encia restauradora los enemigos de la Iglesia. Sobre todo León XIII, llamado en verdad el Papa de la O. T., frecuentemente hablaba con celo ardiente de su Orden predilecta en las alo- cuciones que dirigía a los peregrinos, exhor- tando a todos con ruego de padre a que se ins- cribieran en ella. En la Encíclica «Auspicato» del 17 de Septiembre de 1882 dice a los Obis- pos de todo el mundo: «Haced porque se co- nozca y estime la T. O. cual realmente se merece. Velad para que los que tienen cu- ra de almas enseñen cuidadosamente lo que es y cuán accesible sea a todos; los privilegios que tiene a su favor y cuántas ventajas promete a la familia y a la so- ciedad». A los sacerdotes de Roma manda «que to- ' dos los pastores de almas, los predicado- res y confesores del uno y otro clero se sirvan de todos los medios posibles para excitar a los fieles a que se inscriban en la Tercera Orden franciscana y frecuenten sus actos» (1). A los Ministros Provinciales se expresaba de este modo: «Yo siempre vuelvo sobre el (1) Carta de Septiembre 1882. ana Ge

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