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A MODO DE PRÓLOGO No es posible dudar de lo que los Jefes Su- premos de la Iglesia han sentido acerca de la “institución benéfica y social de la V. O. T, Nada menos que en dos concilios generales, en el de Viena (1312) y en el de Letrán (1512) háse admirado el poder mágico de las acertadas prescripciones con que su fundador S. Francis- co animó su espiritu; y examinado por los Pa- dres de esos concilios su oportunidad y eficacia para reanimar el espíritu católico, no poco de- bilitado por la falta precisamente de las virtu- des que esa Orden bendita prescribe, reco- mendaron vivamente su propagación. Más de setenta Papas han animado a los fieles a abrazar esa norma de vida enrique- ciéndola con singulares privilegios y gracias. En doscientas bulas pontificias sela ha defen- dido de los ataques injustos con que a menudo pretendieron denigrarla y desvirtuar su influ-

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