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Maria como avanzados centinelas, fueron testigos del valor legendario de nuestros Padres que 4 su amparo defendieron con heroismo sin ejemplo su Religién y su hogares, recibiendo aliento para sus titdnicas Iuchas, en el santuario que su piedad le- vanté 4 Maria, en las mismas rocas que amaban como su ultima esperanza, yal pié de las cuales vencian matando 6 morian venciendo; y de aqui probablemente el nombre que dieron al santuario de Rocamador, es decir de los amantes de las rocas. En este venerando santuario deponfan las armas y toda su autoridad los Reyes de Navarra; y en 6l quien se cobijaba bajo sus muros santosera libre de la justicia humana, mientras se le probasen los su- puestos crimenes por los que le perseguian: en él Maria recibia al fugitive con el mismo maternal ca- riflo que 4 los ejércitos navarros victoriosos cuando tatigados y sudorosos volvian de la refriega 4 de- positar los laureles del triunfo y sus votos 4 los piés de su Soberana, 4 quien habian invocado en lo mis rudo del combate. Esta filial piedad de los navarros, no fué jamds desmentida por sus Reyes; ellos eran los primeros en implorar bendiciones de la Virgen de Rocamador, cuando desde las alturas del casti- llo descendian al campo de batalla; y ellos los que al yolver al regio alcdzar daban publico testimonio de reconocimiento 4 Maria, en cuyas manos pusie- ran su suerte, ofreciéndole sus dones. De, esta regia piedad encontramos un testimonio fehaciente en los «Anales de Navarra» escritos por el P. Moret t. 3. ¢. IV. § I, 2. «Hm el ato 1207, ouel- AL ha an ge Ree ICE I a ee nae
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