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oe bra de la duda, ni la incertidumbre del combate, ni sospeché poder apartarse jamas de Dios; comenz6 4 ser, y fué san- ta existiendo, como lo era en los eternos pensamientos del Creador: tal es la gran- deza de Maria, tal es su santidad. Ella vive en el Cielo como soberana, por la santidad de su voluntad que fué siempre la de Dios, y por la santidad de su parto que fué el mismo Dios; y si 4 ningtin An- gel ha dicho el Eterno Padre lo que dijo 4 Jesucristo “/7/ius meus es tu ego ho- die genuite., “Ta eres mi hijo yo te he engendrado,, tampoco Jesucristo ha oido tan soberano requiebro de criatura al- guna angélica 6 humana sino de labios e Maria, que con toda verdad puede decirle como Dios ‘7 eves mi Hijo.“ Ved ahi por qué los Angeles que pene- tran el abismo de los secretos divinos y han sido testigos de las maravillas que se han obrado en Maria, la bendicen, la proclaman su Reina y Sefiora y envidian - & los hombres que podemos llamarla Madre. Unamos, pues, nuestras adoraciones de amor con las de los Angeles; reco- nozcamos 4 Maria solo inferior al mis- mo Dios, en poder, santidad y miseri- cordia, é imploremos sus bendiciones. Ella oird nueStras voces con mas com-

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