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hs atreverad a imitar la santidad infinita que, aunque velada con la humanidad sacrosanta, resplandece en la divina per- sona de Jesucristo? ; Tanta luz deslumbra los ojos del hombre y desconcierta su débil razén! He aqui por que el mismo Jesucristo nos ha puesto delante un es- pejo limpisimo en el que se reflejan fiel, pero palidamente los resplandores de su santidad increada. Miremos 4 Maria que es la luna donde brillan con suavidad nitidez arrobadores los rayos del sol bri- llante de la eterna justicia: Maria nacié pura como la aurora, sin mancha ni arru-- ga que afeara ni en su Cuerpo ni en su alma la Imagen de su Autor; Maria vivid pura y en su vida imprimié nuevos es- maltes 4 su divina hermosura la concep- cién y el parto del mismo Verbo del Pa- dre; Maria cuando tuvo 4 Jesus en sus brazos, de tanto mirarle como Madre, lleg6 4 imitar sus mismos pensamientos. Qué modelo. pues, mds acabado de Je- sucristo? En Maria podemos fijar nues- tras miradas sin temor de ser deslumbra- dos; es una pura criatura y una criatura ' purisima; nada de terrible se encuentra en Maria, porque si es Madre de Dios, (A quien ofende el pecador) lo es también del pecador (que ofende 4 Dios) y como Madre su rostro carifioso siempre vuelto

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