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—2i— ‘rana, junto 4 los altares del Dios-Hom- bre, y el Nombre de Maria, ha sido la ensefa gloriosa, que enardecia a los hé- roes de la fé en su azarosa vida y san- grienta muerte. De esa fé en el amparo de Maria y del santo entusiasmo del pueblo fiel se en- cuentran monumentos seculares en to- dos los pafses, en todos los tiempos, pu- diéndose observar 4 poco que se pare la atencién, que los pueblos mas amantes : de Maria han sido siempre la avanzada de los ejércitos catdélicos, en la obra de la regeneracién del mundo. Este mismo venerando santuario de Rocamador nos demuestra c6mo amaron 4 Maria los na- varros, pueblo heréico y de fé legenda- ria, mas legendaria que su heroismo. Si estos santos y vetustos muros tuvieran lengua para hablar nos contarian los suspiros y las oraciones, las alabanzas canticos de amor que oyeron en diez si- glos de fé, nos dirian los votos, los vivas y las aclamaciones que cien y cien gene- raciones tributaron 4 la Virgen Santisi- ma de Rocamador, postrados reverentes ante su altar santo. Seamos nosotros dignos hijos de nues- tros padres, viva siempre en nuestro co- razon su fervoroso entusiasmo por Ma- ria, reconociéndola, con la Iglesia nues-

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