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286 y estimula nuestra voluntad 4 implorar el perdén, perdén que bondadoso nos otorga. Jamas, pues, desconfiemos de la divina misericordia; Dios previ6é nuestra poquedad y para que hallaramos aliento en nuestros desmayos nos dié 4 su bendi- ta Madre por medianera entre sna y el pecador, — o es entre el Eterno Padre y Maria. Invoquémosla, dice San Bernardo, cuando el peso de nuestras culpas amenace precipitarnos en el abismo de la _desesperacién, segu- ros de encontrarla propicia 4 nuestras humildes stiplicas. Y para que jamas se resfrie en nosotros tan dulce esperanza, digamos la siguiente ORACION, j Vos dijistéis, Sefora y Madre mia, que sois la Madre de los pecadores que se quieren enmendar! yo soy un gran pe- cador y deseo querer mi enmienda; tan débil es mi voluntad, que no acierto 4 re- solverme 4 mudar de vida. Virgen In- maculada, miradme con ojos de piedad, recibid 4 este ingrato en vuestra bondad; no huydis de mi, Sefiora, pues sin Vos yo no me salvo; mas si vuestra poderosa mano sostiene mi debilidad, yo me le- vantaré, lloraré mil sculpas, enmendaré

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