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bienaventuranza ¡inferiores a las de E Dios, puesto que son propiedades de una naturaleza creada, sin que por ello dejen de ser tan excelentes que exce- — venturanza y criatura. . dan infinitamente a toda otra biena- dignidad de cualquiera Esto puede servir y darnos alguna luz para rastrear de qué manera y en b qué sentido, guardada siempre la de- bida proporción entre Jesucristo Dios y su Excelsa Madre, criatura al fin, la Virgen gloriosísima está en el cielo sen- tada a la diestra de su Hijo; pues que an elevada fué sobre los ángeles todos y los hombres que el nombre que here- dó la colocó sobre todo nombre. ¿AÁ quién, sino, a qué ángel o criatura hu- E mana ha dicho jamás el Hijo de Dios: “Vos sois mi Madre y Yo fuí de Vos engendrado en este día? Sólo María podrá con verdad afirmar: “Yo soy tu Madre y Tú eres mi Hijo”. De consi- guiente «Jesús pudo decir y dijo con propiedad a esa Virgen bienaventura- da: Sentaos a mi derecha y participad, como Reina, de mi gloria, de mi poder, de mi gozo y de mi grandeza. Esta

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