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— 15 — ¡Cómo saltaría de gozo nuestro agra- decido corazón! Pues si el alma de un niño no nacido todavía se regocijó con sólo haber oído vuestra dulcísima voz, ¿qué regocijo sería el nuestro si mere- ciéramos, junto con oíros, contemplar vuestro apacible, deslumbrador rostro y gozar por breves instantes de vuestra bienaventurada compañía? Mas, aun- que no poseamos tanta dicha, aunque ausentándoos del mundo os levantéis hoy del desierto del mundo, y voléis, reclinada en los brazos de vuestro Hijo benditísimo, a las regiones inaccesibles donde mora lios, nuestra alma se re- crea en Vos porque no se ve privada de lo único que apetece y por lo que sus- pira, que es, vuestro amor. Que vos so- la sois y seréis eternamente nuestra alegría, nuestra honra y nuestra glo- ria. Amén. Pracrica.—Como la gloria de María es gloria nuestra, si de verdad somos hijos e imitadores suyos, que nuestra alma magnifique siempre al Señor y nuestro espíritu se regocije en Dios Salvador por la gloria a que elevó en el cielo a nuestra misericordiosa Madre.

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