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06 ron aparecer unas como lenguas de fue- go que se repartieron y se asentaron sobre cada uno de ellos. Entonces fue- ron todos colmados del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diversas len- guas las palabras que el Espíritu Santo ponía en su boca. Aquellas llamaradas de fuego en forma de lenguas significaban el Santo Kvangelio destinado a purificar el mun- do y a prender fuego en muchos cora- zones. Mas, principalmente daban a entender que el Espíritu Santo había descendido sobre los corazones de los Apóstoles y repartido los dones de la ciencia, fortaleza y santidad y creado una nueva naturaleza, capaz de sobre- pasar todas las iras de los enemigos de la Iglesia hasta vencerlos mediante la efusión de su misma sangre, vendo en ello en seguimiento de su Maestro. Este prodigio exterior era el anuncio de la maravilla interna, inefable, de la fuer- za poderosísima con que el cielo había revestido a todas aquellas almas. El Verbo Eterno había armado a sus men- sajeros del poder inmenso de la pala-
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