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BA tria, sus Ojos, sus manos y Sus corazo- nes, es decir, que deben orientar hacia el cielo la vida futura de las almas y la de las suyas propias. Que allá donde esté nuestro tesoro, allá estará nuestro corazón. Sobre lo cual escribirá más tarde al Apóstol San Pablo: *“*Buscad las cosas de lo alto donde Cristo mora, a la diestra del Padre; aficionaos a ellas y no a las cosas de la tierra.” Mientras los discípulos contemplaban embelesados al Maestro, una nube res- plandeciente le encubrió a sus Ojos. Mas, he aquí que aparecieron cerca de ellos dos personajes con vestiduras blancas, los cuales dijeron: Varones de Galilea, ¿por qué estáis de pie mi- rando al cielo? Este Jesús que ha subi- do al cielo, vendrá de la misma suerte que acabáis de verle subir allá.” Y pos- trados en tierra lé adoraron. Este fué el homenaje de adoración tributado a la divinidad de Jesucristo, homenaje primero y que los Santos Libros cui- daron de consignarlo. Transportados de gozo los Apóstoles bajaron de la mon- taña llevando el cielo dentro de su al- ma y se dirigieron a Jerusalén, distante m0. AL ii delito

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