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e - POR de antemano y entre golpes de martillo ueron atravesados al igual que las ma- nos y como de ellas brotada en tanta “abundancia la sangre que corrió hasta “ir a empapar la tierra... Sobre la parte superior del madero ué colocado un rótulo que decía: **Je- ús Nazareno, Rev de los Judíos”. Le- vantada la cruz, no tardó en consumar- se la obra de salve ación del linaje huma- Eo. Sus € 302, que ya cantaban victoria decíanle: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate. Si es rey de Israel, “baje ahora de la cruz y creeremos en él”. Quienes añadían: “A otros pudo “salvar y en cambio no puede a sí mismo acerse salvo”. No faltaron quienes con aire de mayor sabiduría y de más hiel en sus almas 'exclamaban: “Tú que destruyes el templo de Dios y en tres días lo reedificas, sálvate a tí mismo. Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz” Con blasfemias tales herían los oídos de Jesús que pendiente entre el cielo y la tierra, desamparado de su Padre, pedía perdón por quienes le habían crucifica- do y deseado tal género de muerte, el más afrentoso hasta entonces. Viendo
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