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39 — los flagelados: Despojado de los vesti- dos, era el reo, asidas las manos, sujeto a un poste o columna. Usaban para flagelación varas de fresno, bien corde- les retorcidos con ruedecitas de metal y en el extremo pequeños ganchos de fierro y bolas de plomo. No perdonaban en su furor parte alguna del cuerpo, n1 siquiera el rostro y la cabeza. (Mar.) A este género de tormento fué some- tidoel inocentísimo y mansísimo Je sús. cual si hubiese sido el más ins:¿,n? malhechor. ¡Angeles santos! ¡Cómo pudisteis presenciar tan horrible carni- cería en el Hijo de la más pura de las vírgenes! ¡Cómo no tomasteis Cn V:14s- tas manos tan fieros instrumentos y heristeis, como al profanador de los va- sos y templo de Jerusalén, 103 cuerpos de aquellos sacrílegos! ¡Cómo no cu- bristeis con vuestras alas el cuerpo vir- ginal formado por el mismo Espíritu Santo y cegasteis para siempre los ojos de aquellos ministros de justicia!... ¡Oh! ¡Qué lastimero espectáculo el que ofrecía Jesús con su cuerpo herido, san- grado y horrorosamente despedazado! Y nadie tuvo para El una palabra, un
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