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; i ofrecerse como víctima por los pecados de los hombres, de reconciliar a éstos con Dios satisfaciendo primero la Di- vina Justicia y sacrificándose luego por nuestros pecados y por nuestra salva- ción. Para la cual fué necesario como advierte el Apóstol, que fuese tentado en todo, es decir, que privado momen- táneamente del consuelo que, de la contemplación de la gloria divina de- rramábase, como avenida de gozo, so- bre su alma, experimentara por junto todos los males que lleva consigo el pecado, lo que en síes y significa el mismo pecado hecho contra la Majes tad Soberana de Dios, sin olvidar las miserias y debilidades y tentaciones y tribulaciones interiores y exteriores de las almas justas. Tomó entonces Jesús sobre sí las penas que merecían los pe- 'ados de los hombres para salir fiador por ellos. Tal es el motivo de su triste- za. Por un lado la indignación de Dios y por otro nuestros pecados, junto con los sufrimientos espirituales y corpora- les de todos los santos. A lo que hay que agregar la memoria de su purísima sangre que iba a ser derramaba con e)

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