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sólo merece compararse al amor que por Dios y por los hombres sentís. ¡Quién me diera, Sagrada Virgen, participar de vuestro espíritu de anona- damiento, principio y norma de vues- tras virtudes! Que éstas me impulsen a sacrificar mi corazón en holocausto a cuanto «Jesús y vos hicisteis por m Así sea. i Í Practica. —Si aspiramos a gozar pe- rennemente de la paz del alma, no de- seemos sino cumplir en todo la volun- tad del Señor. Adelanta mucho en la virtud y gana la humildad quien se ejercita en la obediencia. (Sta. Teresa). Récense tres Ave María en honra de la obé di necia de María. Oración final como el día primero.
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